Miguel y Carmen se divierten en terapia es un cuento que nace de dos necesidades básicas detectadas y demandadas por muchas familias de niños con discapacidad. La primera: vencer el miedo a la COVID-19. La falta de información sobre las posibles secuelas generó una incertidumbre inmensa que desencadenó en un pánico paralizante, que en muchos casos sigue presente. Ahora bien, la interrupción de las terapias por un tiempo prolongado, primero de forma casi obligatoria y luego por precaución conlleva unos daños colaterales críticos, en un gran porcentaje de las personas con discapacidad, especialmente cuando se trata de niños donde la neuroplasticidad, el diagnóstico y tratamiento precoz aumentan las probabilidades de un mejor pronóstico. La segunda: las terapias son un medio, no un fin, una infancia sin juego no es una infancia. La discapacidad y sus tratamientos ocupan gran parte de la agenda de los niños con discapacidad y de sus familiares. Sin embargo, el juego es esencial y una herramienta de socialización, aprendizaje, comunicación e inclusión vital. Todos los niños tienen el derecho y el deber de poder jugar con otros niños.

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